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Itaca+ulises+kavafis

Itaca. Kavafis:
Si vas a emprender el viaje hacia Itaca
pide que tu camino sea largo,
rico en experiencia, en conocimiento.
A Lestrigones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones ni a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en loa emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperlas y coral, y ámbar y ébano,
perfúmenes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosos y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Mas no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.
Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.
Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.
(Constantino Kavafis, 1863-1933, Poesías completas, XXXII)


Harvey Keitel A Ulises. Juan de Arquijo:
El griego vencedor que tantos años
vio contra sí constante la fortuna;
el que pudo, sagaz, de la importuna
Circe vencer los mágicos engaños;

El que en nuevas regiones y en extraños
mares temer no supo vez alguna;
el que bajando a la infernal laguna
libre volvió de los eternos daños,

Los ojos cubre y cierra los oídos
de las Sirenas a la vista y canto
y se manda ligar a un mástil duro.

Y negando al objeto los sentidos,
la engañosa belleza y fuerte encanto
huyendo vence, y corta el mar seguro.
(Juan de Arquijo)

Harvey Keitel La mirada de Ulises, de Theo Angelopoulos:
Entre las ruinas del conflicto fratricida balcánico se vuelve a desarrollar un viaje en el que uno se descubre transformado en un nuevo ser. El viajero va cambiando por las personas y lugares que se encuentra: despojos metálicos de un imponente Lenin que navegan camino de su desguace, una ciudad abandonada a su suerte donde seres atormentados se empeñan en sobrevivir a la brutalidad de sus sitiadores y antiguos vecinos. Reflexión sobre la utilidad de los esfuerzos por mejorar el mundo, la desesperación de la soledad. La búsqueda de la propia identidad del viajero es la forma de enfrentarse a la decadencia.

Viaje al mar de la literatura:
[...] Pero regresa Jasón a Tessalia y es la hora de que Ulises (Odiseo en griego) se eche a la mar. Escribe Joseph Conrad: "¡Dichoso aquel que, como Ulises, ha hecho un viaje aventurero; y para viajes aventureros no hay mar como el Mediterráneo". El poderoso Agamenón reune a los príncipes micénicos y organiza la mayor expedición militar de su tiempo para rendir la ciudad de Troya y limpiar los cuernos de su hermano Menelao. Ulises se embarca en la aventura. Vencen los griegos a los troyanos tras diez años de lucha, los héroes supervivientes regresan, Agamenón muere asesinado y Ulises se pierde en el mar. Y la literatura se llena de los mitos, de los nombres y las voces que darán contenido a los cantos épicos homéricos (siglo VIII a.C.) que, tres siglos después, poblarán los escenarios de la tragedia en Atenas. Arde el mar de la poesía en la nave de Ulises, cuyo viaje de regreso a la patria, a la pequeña isla de Ítaca, le ocupa diez años. Y en el camino, nuestro héroe, tan sabio como cínico, tan astuto como truquista, lanza en la cara del gigante Polifemo, el hijo de Poseidón, el primer grito rebelde y desesperado de la literatura, aunque lo haga con ánimo de burla: "¡Mi nombre es Nadie!". ¿No estaremos percibiendo ya los lamentos de Hamlet en el eco de ese grito? (Javier Reverte)



León Felipe:
Yo... no soy más que un hombre sin oficio y sin gremio.
Sólo un vagabundo. Soy un hombre sin ciudad... sin decálogo y sin tribu.
Mi éxodo es ya viejo.
Y en mis ropas, duerme el polvo de todos los caminos.
Y el sudor de muchas agonías.

José Bergamín:
El que sólo busca la salida no entiende el laberinto,
y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido.

Velero Peregrino. Luis Cernuda:
¿Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos años, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas ¿tú? ¿volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Itaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino más fácil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.
(Luis Cernuda)

La Isla Desconocida. José Saramago:
[...] El capitán vino, leyó la tarjeta, miró al hombre de arriba abajo, y le hizo la pregunta que al rey no se le había ocurrido, Sabes navegar, tienes carné de navegación, a lo que el hombre respondió, Aprenderé en el mar. El capitán dijo, No te lo aconsejaría, capitán soy yo, y no me atrevo con cualquier barco, Dame entonces uno con el que pueda atreverme, no, uno de ésos no, dame un barco que yo respete y que pueda respetarme a mí, Ese lenguaje es de marinero, pero tú no eres marinero, Si tengo el lenguaje, es como si lo fuese. El capitán volvió a leer la tarjeta del rey, después preguntó, Puedes decirme para qué quieres el barco, Para ir en busca de la isla desconocida, Ya no hay islas desconocidas, Lo mismo me dijo el rey, Lo que él sabe de islas, lo aprendió conmigo, Es extraño que tú, siendo hombre de mar, me digas eso, que ya no hay islas desconocidas, hombre de tierra soy yo, y no ignoro que todas las islas, incluso las conocidas, son desconocidas mientras no desembarcamos en ellas, Pero tú, si bien entendí, vas a la búsqueda de una donde nadie haya desembarcado nunca, Lo sabré cuando llegue, Si llegas. Sí, a veces se naufraga en el camino, pero si tal me ocurre, deberás escribir en los anales del puerto que el punto a donde llegué fue ese, Quieres decir que llegar, se llega siempre, No serías quien eres si no lo supieses ya. El capitán del puerto dijo. Voy a darte la embarcación que te conviene, Cuál, Es un barco con mucha experiencia, todavía del tiempo en que toda la gente andaba buscando islas desconocidas, Cuál, Creo que incluso encontró algunas, Cuál, Aquél.

[...] No merecía la pena preocuparse tanto. El sol acababa de sumirse en el océano cuando el hombre que tenía un barco surgió en el extremo del muelle. Traía un bulto en la mano, pero venía solo y cabizbajo. La mujer de la limpieza fue a esperarlo a la pasarela, pero antes de que abriera la boca para enterarse de cómo había transcurrido el resto del día, él dijo, Estate tranquila, traigo comida para los dos, Y los marineros, preguntó ella, Como puedes ver, no vino ninguno, Pero los dejaste apalabrados, al menos, volvió a preguntar ella, Me dijeron que ya no hay islas desconocidas, y que, incluso habiéndolas, no iban a dejar el sosiego de sus lares y la buena vida de los barcos de línea para meterse en aventuras oceánicas a la búsqueda de un imposible, como si todavía estuviéramos en el tiempo del mar tenebroso. Y tú qué les respondiste, Que el mar es siempre tenebroso, Y no les hablaste de la isla desconocida, Cómo podría hablarles de una isla desconocida, si no la conozco, Pero tienes la certeza de que existe, Tanta como de que el mar es tenebroso, En este momento, visto desde aquí, con las aguas color de jade y el cielo como un incendio, de tenebroso no le encuentro nada, Es una ilusión tuya, también las islas a veces parece que fluctúan sobre las aguas y no es verdad, Qué piensas hacer, si te falta una tripulación, Todavía no lo sé, Podríamos quedarnos a vivir aquí, yo me ofrecería para lavar los barcos que vienen al muelle, y tú, Y yo, Tendrás un oficio, una profesión, como ahora se dice, Tengo, tuve, tendré si fuera preciso, pero quiero encontrar la isla desconocida, quiero saber quién soy yo cuando esté en ella, No lo sabes, Si no sales de ti, no llegas a saber quién eres [...] (José Saramago)